Mi poesía más erótica se llama "TÚ"

 

Eres como un embrujo que me lleva a explorar el misticismo de tu sexo para liberar el cuerpo de las ataduras morales. Es la confesión del deseo, de un deseo cargado de seducción, pasión que emerge a la superficie y hace que mis pensamientos se entinten de palabras que te provocan el deseo morboso, creando todas las formas posibles de amar que devienen del subconsciente y sus profundidades.

Por ello, durante ese instante, mi poesía eres tú; me llevas directo a nuestras entrañas, quiero provocar los vetos de su sexualidad y desbordar las sensaciones que se hallaban atascadas dentro de ti, de tus temores más profundos, de la prohibición –la condena–, pero al mismo tiempo siempre has deseado ser descubierto, ser tocado de la forma como lo hago (donde cada vez que mis dedos se resbalan por tu cuerpo, instantáneamente tu piel se calienta y tu sangre se siente hervir bajo mi tacto), poco a poco descendiendo en los confines de tu ser, hacerte sentir que eres y serás mi mayor placer.

Mi poesía eres tú; déjate llevar a mi punto, te enseñaré todas las formas del erotismo, por la eternidad creando este nexo indisoluble entre ambos, un vínculo forjado en los terrenos de la pasión y el deseo desbordante, entre la muerte, el amor, el goce. Te entregaré mi sexualidad, porque mi poesía eres tú.

Mi voluptuosidad se entrega en formas inimaginables, en esta contemplación mutua donde el uno se vuelve espejo del otro.

Quiero ser siempre quien enaltezca este acto amoroso, quien exalte los deleites sensuales que mi ser provoca, hasta volver la conducta sexual un rito solemne.

 





Los cuerpos dejan de ser carne y vísceras: ahora se tornan mares que se agitan y se mezclan, barro y arcilla donde se hunden manos curiosas, manantiales cristalinos que se desbordan. 

Los vientres son selvas inexploradas (pues si alguien estuvo antes en ellas, jamás supo lo que ahí guardabas); las caderas, dunas que invitan al extravío, pues quien habita en ellas sabe bien el dulce que de ellas brota; los brazos, ramas que envuelven y entibian no solo el cuerpo, sino el alma; los labios, tan suaves y carnosos como probar las ciruelas dulces, pero no te conformas con probar, quieres morder hasta el agotamiento.

Así, el erotismo trasciende: se vuelve experiencia transgresora, declaración de pasiones, exuberancia de sensaciones que nunca querrás que terminen, pues ahora mi poesía más erótica se llama "TÚ".

 

 

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