¡Ven!
La locura se desbordó en mí, porque tocarte fue mi acto de valentía; y después de hacerlo, ya no hubo retorno, pues el solo pensarlo encendía mi piel y todo mi entorno.
Eres imprescindible para mí, porque contigo desato mi deseo, mi pasión y esa lujuria prohibida que nadie más puede despertar. Te anhelo como la primera vez: quiero que mi piel arda con el roce de tu voz en mi oído, que me desnudes con la intensidad de tu mirada, que antes de tus caricias hierva mi sangre y mi oscuridad más oculta se libere sin cadenas.
No deseo contenerla, porque me deleito en su fuerza: es mi verdad tras la máscara, mi gozo secreto, mi condena deliciosa.
¡Quiero entregarte todo lo que soy, todo lo que vibra en mí cuando te pienso!
Cierro los ojos y recorro la biblioteca de mis recuerdos, donde tu figura permanece intacta. Mis pechos se erizan, tensos, reclamando tu lengua sobre sus pezones ardientes. Mi piel exhala ese aroma que tanto te embriagaba, dulce y salino como brisa marina, y recordar tu deleite al saborearlo me enciende aún más.
Mi corazón galopa, mi respiración se vuelve jadeo; me faltan tus labios, tu piel, tu virilidad reclamando lo más íntimo de mí. Aprieto las caderas y me abandono al impulso: froto mi clítoris mientras tu imagen se hunde hasta lo más hondo de mi ser, llenándome de embestidas que me arrancan el aliento.

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